Un sigiloso temblor en su cuerpo. La madrugada ha llegado entre un mundo que se llena de sombras tras la cortina. La ventana entreabierta cede un frío soplo de viento que cubre el ambiente. Miles de vueltas en el mismo lugar zarandean su quebrantable mente.
Extraña situación, extraño lugar que da por incógnito el movimiento de sus manos. Muy dentro reina el silencio, voces que desfallecieron ante la desesperante media noche. Los mismos muebles, las lámparas que no espera apagar, los adornos florales, el cuadro más grande, con un imponente rupestre marco, el de una madre y su niña entre los brazos, cuya mirada intensa es penetrable incluso para su vacilante mirada.
No es normal, no es normal si al abrir y cerrar sus ojos sigue en el mismo aterrante lugar. Sus manos tiemblan, al son del misterio del canto glorioso que emite el movimiento de las manecillas del reloj. Sonido que disfraza la noche de lentitud.Extraña situación, extraño lugar que da por incógnito el movimiento de sus manos. Muy dentro reina el silencio, voces que desfallecieron ante la desesperante media noche. Los mismos muebles, las lámparas que no espera apagar, los adornos florales, el cuadro más grande, con un imponente rupestre marco, el de una madre y su niña entre los brazos, cuya mirada intensa es penetrable incluso para su vacilante mirada.
Sus mejillas son torturadas por unas manos que no siente. La presencia desgastante de alguien que no está. De un ser de mirada intensa como el sol, que no se deja ver entre la transparencia de la nada.
Cada detalle, si, cada sonido, cada leve movimiento es increíblemente estudiado por sus sentidos.
El temblor de las losas de la vitrina de cristal, no solo zarandea las vajillas, su corazón se alarma, mientras que sus ojos se nublan con un extraño fluido, lágrimas, si, lágrimas de no se que. La quietud lo imposibilita por completo, cada sentido. Sus ojos en blanco. El vacio.
El lejano aullido de un lobo le devuelve el sentido.
Sus pies se aceleran, hasta llegar a la escalera. Corre con toda su alma, tras la escalera de forma caracol, mientras va ascendiendo a una inesperada parada que regalan los peldaños. Siente que alguien en lo alto espera su paso final. El sonido alarmante de sus pies sobre los peldaños de madera fina lo calman. Al llegar a su piso, la puerta de su recamara abierta, esperándolo alguien dentro. La madrugada, si, la madrugada lo espera.
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